Pienso en una bailarina en la arena extraditada de su playa natal
que camina por el trópico de una Buenos Aires que arde
al borde del estallido fundacional del milenio
2001.
Volaba torta de sobra en una fiesta de egresados del Sheraton Hotel
Morían Kosteki y Santillán atravesados en la espalda por la policía
Y yo ya había leído a Rodolfo Walsh, una tarde de sol
en la galería fresca del Auditorium pensando porqué me iba.
Y entonces nada (ni los pies del mar, ni el sol, ni dar Bustillo por sentado)
Nada -a excepción de una fe ciega en que entrometerse en el mundo que duele
era el hilo invisible que tracciona la vida- podían dar tanta tristeza…
tanta soledad tanta lucidez.
Acepté el agite de la vida como quien se entrega
a lo que no conoce, así sea la ruina
del pasto recién cortado, de la casa blanca
y de todo lo que existía
Ese verano el único sol que de verdad brillaba junto al mío
estaba dentro de una redacción refrigerada como una cámara de carne
donde se pensaba todo el día, conspirativamente,
cómo doblarle el brazo a la derecha tomando los mismos vinos
Donde hacer periodismo de investigación, besarse en la lluvia, perderse en el cine
y mantener la vista gélida del asesino frente a la página en blanco
eran todo lo que importaba
Podían pasarse años oyendo más versiones de lo mismo
hasta que algo sonara bien: como una música estridente o como la verdad.
Podía embestirse la tarde contra una pila de scons,
declinarse la vida por un cierre, a pesar de otro buen sol
aplastado contra el pavimento a metros de Retiro
Podían descubrirse las flores, la fuente
del jardín oculto del monasterio que quedaba enfrente…
Se podía rumiar -sobre las ruinas de la Embajada de Israel- la historia a contar
y descubrir -como si fuera un diamante- el mejor término para el final
aunque al otro día, entre un montón de tinta impresa …
todo se desvaneciera en el aire…
Y se podía acabar zigzagueando Arroyo
contra el vidrio fresco de las galerías de arte contemporáneo.
En esa redacción conocí a casi todos los periodistas argentinos que habían puesto
(o después) en el mundo la marca de una firma.
Me aventuré a unas primeras líneas con escritura pretenciosa
y atestigué cómo un dream team se fue a la B
Pero sobre todas las cosas… descubrí un film… proyectado como aire fresco
frente a tanta realidad en la oscuridad del cine.
Que hablaba de la música, de creer, de experimentar.
De amar, de bailar, de volcar el cansancio de crecer
en el pasillo de un hotel con quien estuviera ahí…
Y de volver a casa.
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